A finales del segundo milenio de la era cristiana los jóvenes
han emprendido una peregrinación que, bajo el signo de la cruz itinerante, les
conduce por los senderos de la civilización del amor. Es una peregrinación que
se articula en múltiples niveles: el parroquial, el diocesano, el nacional, el
continental y mundial.
Conocida como la Cruz del Año Santo, la Cruz del Jubileo, la
Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud; muchos la llaman la Cruz de los Jóvenes
porque ha sido regalada a los jóvenes para que la lleven por todo el mundo, a
todas partes y en todo momento.
1984 fue el Año Santo de la Redención, el Papa San Juan Pablo II decidió poner una cruz como símbolo de la fe en la Basílica de San Pedro,
cerca del altar mayor donde todos puedan verla. Así se instala, según su deseo, una gran cruz de madera de una altura de
3.8 metros. Al finalizar este año, el Papa obsequia esta cruz a los jóvenes del
mundo:
“Queridos jóvenes, al final del Año Santo, os
encomiendo en este Año Jubilar: ¡la Cruz de Cristo! Llevadla al mundo
como un símbolo del amor de Cristo a la gente y predicar a todo el mundo que
sólo podemos por la muerte y resurrección de Cristo obtener la salvación y redención”.
(San Juan Pablo II, Plaza de San Pedro, 1984, Clausura del Jubileo
Extraordinario de la Redención)
El Papa anuncia que a partir
del próximo año se realizará en cada año una Jornada Mundial de la Juventud, un
alto significativo en el camino de los jóvenes cristianos y un tiempo de
encuentro íntimo y personal con el Papa.
En el año de 1985 se celebra
la primera JMJ en todas las diócesis. En Roma la celebración tiene lugar en la Basílica
de San Juan de Letrán. A partir de entonces la Cruz y las Jornadas Mundiales de
la Juventud caminarán juntas, porque la Cruz nunca faltara en las citas del Papa
y los jóvenes, más aun, se convertirá en un signo familiar de este
acontecimiento mundial.
Al año siguiente se cumple
por primera vez el gesto altamente simbólico de la entrega oficial de la Cruz,
de mano en mano como si fuese un testigo. Desde entonces el país elegido para acoger
la JMJ recibe la Cruz del país en donde se acaba de realizar. La entrega se
hace dos o por lo menos un año antes del gran acontecimiento. La cruz es traída
en peregrinación al país escogido y durante su viaje preparatorio llega a los jóvenes
en sus diferentes diócesis, movimientos, grupos y comunidades. El Domingo de Ramos
de este año 2017, los jóvenes panameños acompañados de centroamericanos y
mexicanos recibieron de los polacos la Cruz para el inicio del camino hacia la siguiente
JMJ en el 2019.
Los jóvenes se sienten
llamados por el inmenso amor que emana silenciosamente de la Cruz, se dejan
conquistar por Jesús a través de ella. Han surgido tantas vocaciones por la contemplación
de esta cruz. A sus pies, se han tomado muchos compromisos de vida para servir
al Señor.
El 13 de abril de 2003,
durante la solemne ceremonia de la entrega de la Cruz entre canadienses y
alemanes, el papa quiere hacerle otro regalo. Una copia de la Virgen Maria “Salus
Populi Romani”:
“A la delegación de jóvenes que vienen hoy a
recibir la cruz, les entrego hoy también el icono de María, de ahora en adelante
juntamente con la cruz, este icono acompañara a las jornadas mundiales de la
juventud”. (Papa San Juan Pablo II, Domingo de Ramos 2003, Plaza de San Pedro)
Tanta gente sigue preguntándose
¿cómo es posible que dos tablas de madera puedan tener un efecto tan grande en millones
de personas?. Donde quiera que valla todos piden que la cruz vuelva por tantas
gracias que son recibidas. Los jóvenes quieren llevar esta cruz en sus vidas
traduciendo su mensaje de redención y esperanza en gestos sencillos en favor
del prójimo. Sienten esta misión como un verdadero desafío porque, ciertamente
como dijo el Papa:
“El mensaje que la Cruz comunica no es fácil de
comprender en nuestra época, en la que se proponen y buscan como valores prioritarios
el bienestar material y las comodidades. Vosotros, jóvenes, no tengan miedo de
proclamar en toda circunstancia el evangelio de la Cruz, no tengan miedo de ir
contracorriente, de ir en busca de la auténtica felicidad por medio de la Cruz
de Cristo, que es el camino de vida y salvación, el camino para llegar a la
palma del triunfo en el día de la resurrección” (Papa San Juan Pablo II)
Así confortados los jóvenes saben
que ya no están solos en su aventura misionera, porque mientras caminan con la Cruz, la Cruz camina con ellos.
Recordemos que la Cruz
siempre está de viaje por los caminos como peregrina. Y en esta ocasión, México
tiene la gran bendición de recibir estos signos que el Papa San Juan Pablo II
ha regalado a los jóvenes, y en Guadalajara serán signo de esperanza y
motivación para seguir en la misión de establecer la civilización del amor en
nuestra región y en nuestro País.
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