jueves, 10 de diciembre de 2015

CATEQUESIS 8: La Vocación, Mirada de Jesús.


Señor, me has mirado a los ojos,
Sonriendo has dicho mi nombre.
En la arena he dejado mi barca:
Junto a Ti buscaré otro mar.

Señor, me has mirado a los ojos.


En verdad, Jesús me ha mirado. A mí. Con mi historia. Con mis pecados. Con mis problemas, con lo que quiero. Lo que escucho en el Evangelio no es sólo un relato del pasado, es mi historia con Alguien presente en mi vida. Como al cobrador de impuestos, me eligió y me amo (Mt 9, 9 - 13). Como a Zaqueo, volteó a verme y me pidió quedarse conmigo (Lc 29). Mi historia es la de la Magdalena. A Mateo, a Zaqueo, a la Magdalena no les pidió que fueran distintos. Los abrazó en su humanidad herida.

Sonriendo has dicho mi nombre.

Cristo me ha elegido. Nuestra fe no es sólo creer que tenemos un creador, sino consiste sobre todo en que ese creador nos amó y nos dio a su único hijo para que tuviéramos vida. (Jn 3, 16). En algún momento también te salió a tu paso. En la Universidad, con tu novia, con tu grupo de amigos, tú tienes tu propia historia de ese encuentro. Nuestra religiosidad no consiste en cumplir normas, sino en vivir una presencia: Jesús está en mi vida. Y me invita a vivir en su amor.

En la arena he dejado mi barca

Los apóstoles al escucharlo, fueron tras Jesús y le preguntaron dónde vivía. Él les respondió: “Venid y lo veréis”. (Jn 1 35 - 42). En esto consiste el método cristiano: Frente a una vida vacía, triste, consumista, hay una presencia que me dice que todo tiene un sentido bueno. Seguir a Jesús es corresponder a ese atractivo, sé que ese camino que es Él mismo es el único que me puede hacer feliz (Jn 14, 6). ¿Qué me pide el Señor? Que me confíe a él. Que le confíe mi vida. Por completo. El gran pecado del mundo moderno es que se siente autosuficiente, y los cristianos queremos proclamar que Dios está presente, que se ha hecho carne y que puedo dejarle el rumbo de mi vida. ¿En el matrimonio? ¿En la vida sacerdotal o religiosa? ¿Consagrado? Si Cristo está conmigo, hablo con él. Le pregunto. Le confronto. Y ten la seguridad que te responderá (Mt 7, 7).

Junto a ti, buscaré otro mar

¿Dejarlo todo e ir con el Señor? Si me quedo en mis seguridades, me hundiré en el mar como Pedro. Pero si tengo fe, el Señor me sostendrá. (Mt 13, 31) Seguirlo y darle mi vida no es como ir a una cárcel, o a una vida agobiante y restrictiva. Es el camino de la libertad, de ser Yo mismo. Porque sólo puedo encontrarme si encuentro la mirada de Jesús, sólo Jesús puede decirme quién soy yo. Si rechazo su amor, podré perderme en el dinero, en el placer, en el poder, y no encontraré la verdadera felicidad.

Estamos en adviento. Si participas en un apostolado, ve al fondo de porqué estás en un grupo. Si no es para esperar la mirada del niño de Belén, podremos pasar momentos divertidos juntos, pero no encontraremos el tesoro que está hecho para nosotros (Mt 13, 44). Si no participas en un apostolado, busca en el fondo de tu corazón esa voz que te dice: “Te amo y quiero que tu vida tenga un sentido bueno”. Volvamos al primer amor. Al de esa mirada que se ha fijado en mí. Cuando vuelvas a escuchar ese canto, piensa en el rostro de Jesús sonriendo, que te habla por tu nombre y te dice cuánto te ama. Experimentarás un bello momento personal de amor entre tú y Él.

Elisa Pereyra
(Área de Catequesis Sedipaj)

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